Había pasado la noche en el hospital, sentada junto a la cama de mi padre, mi hermana y mi madre habían llegado temprano, y las tres nos dispusimos a esperar a que el médico viniera a darnos el resultado de la arteriografía que le habían hecho.
Cuando habló con nosotras empezó a dar rodeos, no podían amputarle la pierna, su estado se había agravado demasiado, y era peligroso intentar operarle, el contraste de la arteriografía le había dañado los riñones y su estado era irreversible, solo podíamos esperar su muerte, tratando de evitarle el dolor.
Mientras el médico seguía hablando, yo intentaba asimilar la noticia sin apenas escucharle, solo me llegaban frases sueltas...
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